Me preocupa profundamente cuando un funcionario de alguna entidad cultural oficial no sabe o no le interesa saber lo que es arte y mucho menos lo que es cultura y asume que el reclamo de artistas y gestores culturales ante su desconocimento, sólo tiene que ver con un deseo banal de bailar o cantar o pintar como actividades de tiempo de ocio (que es vádilo), pero desde su puesto burocrático no ve o no quiere ver la profundidad de la expresión humana a través de las artes y la necesidad que la sociedad aliente esas expresiones, las proteja, las fomente, las estimule y las reconozca por éstas mismas, por lo que son, por el sentido que tienen para la sociedad misma.
Estos funcionarios son de la misma clase de los que equiparan el arte y la cultura al turismo, que han llamado a la cultura "hermanita menor del turismo". La cultura de una región claro que puede atraer al turista pero, tristemente, lo puede hacer más o menos al mismo nivel que la prostitucion o las drogas, cuando esas expresiones artísticas y culturales son incipientes, poco desarrolladas o peor, homogenizadas para los folletos turísticos, como disfraces de lo que se cree, el turista viene a comprar.
Por ejemplo: lo que buena parte de los turistas vienen a buscar en Cartagena bien que se ha podido constatar en las nutridas noches de la Aduana en tiempos normales y en el pulular innegable de los que ofrecen con descaro el microtráfico. ¿Entonces las otras hermanas del turismo son la prostitución y la droga?
Creer que un artista crea sólo para venderle al turismo, que la razón de ser de la cultura es rebuscarse con el turismo, es una creencia que obedece a la simple observación de una triste realidad, que también encontramos en las plazas del Centro histórico, o de los pueblos de "la ruta de la conquista" porque qué mas puede hacer el artista para sobrevivir en una región que no ofrece nada más, si no se tiene claro que son esquemas que hay que romper con políticas de arte y cultura claras y generosas.
Pero configurar una política cultural sólo para el mercado del turismo, es una actitud de espaldas al ciudadano, al habitante de la región turística. Tan hueca es esa actitud, que en su terquedad bien podemos avisorar terribles tiempos para los artistas y gestores culturales, para la ciudadanía misma, ahora que el turismo entró en recesión.
Aquí al artista le ha tocado abrirse campo sólo en su quijotada al no encontrar apoyo suficiente. Aquí, quienes decidieron irse de la ciudad, de la región, del país, han podido demostrar su valía (por no decir talento) como artistas, incluso el reconocimiento de sus coterraneos por su éxito. Aquí, quienes deciden quedarse, saben bien que deben seguir batallando en la precariedad de los presupuestos cada vez más miserables y en la cada vez más marcada transversalización del turismo como único camino. Pero parece que no supieran, por lo menos la mayoría, que la lucha también es política, es de políticas que garanticen el desarrollo de las artes y la cultura.
Sin duda quienes deciden no irse lo hacen no solo por amor a esta tierra y a su gente, sino porque tienen fe en su trabajo, en el significado de su trabajo, aún contra la corriente de quienes legislan en su contra y ordenan el gasto excluyéndolos.
Porque si sólo se tratara de mercados para el arte y la cultura (porque no voy a negar que el mercado es importante, aunque afirmo y defiendo que no puede ser determinante el arte) ¿porqué no estimular el mercado interno de las expresiones artísticas y culturales?
Esto sólo se puede de una manera y es invirtiendo en la labor de los artistas y en los procesos culturales como lo que son: la esencia y el renacimiento de una sociedad. Y como un todo, en el que participen las instancias de la administración de la ciudad que tienen que ver con la educación, la verdadera hermana gemela de la cultura.
Esto sólo se puede de una manera y es invirtiendo en la labor de los artistas y en los procesos culturales como lo que son: la esencia y el renacimiento de una sociedad. Y como un todo, en el que participen las instancias de la administración de la ciudad que tienen que ver con la educación, la verdadera hermana gemela de la cultura.
Cartagena y Bolívar nunca van a superar los problemas que tenemos si como sociedad no invertimos en el desarrollo de las artes y la cultura de forma generosa, sin mezquindades, sin cálculos inmediatistas, sin banalizaciones ni homogenizaciones egoístas dependientes de un mercado que ni siquiera existe y que llevamos décadas tratando de abrir sin éxito.
Sólo después, cuando se fortalezca la actividad artística y cultural como expresiones libres y genuinas de nuestra sociedad, se creará la necesidad del ciudadano, de la empresa, de la institución, de pagar un precio justo por el arte y la cultura y se crea así el mercado interno propio y, porqué no, la industria de las artes y la cultura.
Y sólo entonces, cuando sea un hecho innegable que ésta es una región rica en arte y en cultura, con todos los significados que la palabra "riqueza" tienen, se abrirán otros mercados, no sólo los del turista que llegará a apreciar este desarollo y a seguir impulsando dicha actividad, sino de la circulación del movimiento artístico de Cartagena por el mundo, de la exportación e influencia de nuestras manifestaciones artísticas y culturales en la humanidad.
WILLIAM HURTADO GÓMEZ
Teatrista.
Y sólo entonces, cuando sea un hecho innegable que ésta es una región rica en arte y en cultura, con todos los significados que la palabra "riqueza" tienen, se abrirán otros mercados, no sólo los del turista que llegará a apreciar este desarollo y a seguir impulsando dicha actividad, sino de la circulación del movimiento artístico de Cartagena por el mundo, de la exportación e influencia de nuestras manifestaciones artísticas y culturales en la humanidad.
WILLIAM HURTADO GÓMEZ
Teatrista.
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