Luego de la Audiencia Pública en la que fue presentada esta ponencia se acordó iniciar unas mesas de trabajo con la participacion de artistas y gestores culturales en las que debe participar el Consejo Distrital de Cultura de Cartagena en representación de las áreas artísticas y sectores culturales. La colcha de retazos que compone la llamada Economía Naranja es tan diversa en sus formas y modos de producción (en caso que en todas exista) que es imposible e irreal aplicarla en igualdad de condiciones a todos los sectores. El mercado de la gastronomía no puede ser comparado al del software o al de la artesanía o al de la creación artística. Y aún más adentro, no es lo mismo una mesa de fritos criollos a un restaurante de lujo, como no es igual el mercado para la confección de un sombrero vueltia'o frente al de un sombrero de imitación chino. No es lo mismo la puesta en escena de una tragedia que la puesta en escena de un musical que se mueve entre la comedia, la danza y la musica popular, en términos de producto.
Durante la audiencia pública, los defensores de la economía naranja, entre ellos el presidente de la Asociación Colombiana de Pequeños Industriales ACOPI y una funcionaria del Centro de Pensamiento, hablaban del "miedo" que produce el cambio. El concejal Curi, a su vez, hablaba de la necesidad de pensar en unas "soluciones del siglo XXI y no del siglo XIX o XX" Curioso que el modelo del mecenazgo lo dejamos atrás en el siglo XX y quieran regresarlo para el siglo XXI.
PONENCIA CIUDADANA
AUDIENCIA PÚBLICA
Proyecto de Acuerdo
148 de 2019
Economía naranja
Cartagena de Indias, 2 de abril
de 2019
Presentada por: WILLIAM HURTADO
GÓMEZ
Consejero Distrital de Teatro
La cultura es el valor más alto de un pueblo, la suma de sus
visiones y acciones que está siempre en construcción constante y es heredada
como patrimonio tangible e intangible a las generaciones venideras. El arte, por otro lado, es un conjunto
de expresiones y disciplinas cuya finalidad principal es la estética, es decir, el despertar de los sentidos, de todos, hasta los más
profundos y significativos, incluso la razón de ser de cada individuo y de la
sociedad misma, el hacia dónde vamos, ese sentido.
Como toda actividad humana, el
arte y la cultura pueden generar recursos económicos. Pero ésta no es su
finalidad. Pueden generar empleos, pero si no los generan, ni los empleos ni
los réditos económicos, igual la actividad artística y las manifestaciones
culturales deben ser protegidas, ése
es un deber constitucional del
Estado y un derecho de los ciudadanos. Crearle ahora la responsabilidad de
convertirse en ecosistema de
emprendimiento es irreal, y más cuando no se ha abonado el terreno, ni
mantenido su riego, porque ha sido sólo la cenicienta del presupuesto, pero
ahora se quiere exprimir como si fuera una naranja y simplemente no lo es.
Economía naranja, es el término de moda con el que se pretende
englobar el valor mercantil de los sentidos que generan la creación artística y
las manifestaciones culturales. No puede la economía naranja ser entendida más
que como la explotación económica de la creatividad. Esta explotación siempre
ha existido, más para mal, que para bien del arte y la cultura, del artista
creador, de su público y como tal, de una ciudadanía siempre en búsqueda de esos
sentidos, de una identidad cultural que dista mucho de la sociedad de consumo a
la que pretende ser sometida con la explotación de lo cultural.
Ya es larga la lista de artistas
que terminan en el abandono luego de tener grandes “éxitos” en el mercado y
haber aportado a la economía de alguien más y esa lista también la integran
artistas de la región y de Cartagena, hasta con premios Grammy en el escaparate
y un gran vacío en la nevera. Pero la explotación del arte y la cultura es
universal: Mick Jagger, el famoso vocalista de Rolling Stones, uno de los productos naranja más exitosos y a la
vez la banda de rock viva de más trayectoria y más importante de la historia, equiparables
únicamente a los Beatles (hago esta diferencia, porque ser un producto naranja
y un grupo artístico, no son lo mismo en realidad) en una entrevista para la
revista Cambio 16 (https://www.cambio16.com/los-artistas-siempre-han-sido-explotados/)
afirmaba: “Los artistas siempre han sido explotados. Primero te prometían un 3%
de las regalías y luego cuando te llegaba el cheque te habían deducido todo tipo de impuestos y te quedabas sin nada,
aunque tu disco fuera número uno en lista de éxitos”.
Pero es mucho mayor la lista de
los artistas creadores y gestores culturales que, sin alcanzar jamás el éxito,
construyen el día a día de la actividad artística y de la identidad cultural,
con escasos recursos sí, pero paradójicamente sin haber sido víctimas de la
explotación económica. Por lo que el panorama que se abre ahora es peor: Esta economía de la explotación hoy pintada
de naranja, hasta ahora no había sido ley. El problema es que hoy sí lo es: es
ley. Y está hecha la ley y la ley es la trampa.
Los artistas y gestores
culturales hasta ahora siempre hemos vivido de nuestro esfuerzo y hemos vivido para
nuestros proyectos artísticos y culturales, para la sociedad, aportando el
grueso de los recursos, eso a lo que hoy llaman autogestión. Incluso cuando logramos gestionar del Estado apoyos
económicos denominados cofinanciación,
éstos nunca han superado el 20% frente
al más del 80% que invierten los artistas y gestores con su talento, su trabajo y capacidad creativa, que en virtud del
Decreto 092 de 2017, quedó peor que devaluada ante la exigencia de comprometer
como recursos propios, únicamente recursos en dinero.
Esta es la paradoja naranja,
que dice valorar la creatividad, pero no la acepta como aporte de los
creadores.
Es necesario apuntar que ese
escaso porcentaje de inversión estatal en el arte y la cultura, lo logramos a
través de décadas de lucha, de crear una Ley General de la Cultura que
garantizaba el derecho de todos al acceso al arte y a la cultura y la
obligación del Estado a fomentar, estimular e invertir en el desarrollo de la
actividad artística y cultural, de la creación y expresión libres.
Hasta el momento, gracias a ese
logro, los artistas habíamos gozado de cierta capacidad de ser independientes y
libres en nuestra expresión artística pero más que eso, también habíamos gozado
de nuestra participación a través de los consejos ciudadanos de arte y cultura,
dígase Consejos de Áreas Artísticas (Decreto 1305 de 2007) y Consejo Distrital
de Cultura (Acuerdo 001 de 2003) a su vez fundamentados en la Ley General de la
Cultura (Ley 397 de 1997) y lo que para el Sistema Nacional de Cultura dispone
el Decreto 1589 de 1998; también a través de políticas que incluyen bolsas y convocatorias
de estímulos a la creación, fomento a proyectos culturales y apoyos a espacios
de creación y divulgación, logradas en el ámbito nacional y aún en discusión en
el local.
Pero ahora hay ley naranja y con
esta visión de explotación económica de la actividad artística y cultural, todo
esto está en riesgo de acabarse y eso se evidencia en el Proyecto de Acuerdo
148 de 2019, sobre el cual tenemos los siguientes cuestionamientos:
1.
Propone la creación del Consejo Distrital
Naranja, que no menciona por ningún lado la participación ciudadana, hoy
representada por el Consejo Distrital de Cultura, los Consejos de Áreas
Artística y los Consejos Locales de Cultura. Peor aún, el Artículo 12 del
Proyecto “deroga todas las disposiciones legales que le sean contrarias”
¿también está derogando el Sistema Distrital de Cultura? Porque este CDN
entraría a cumplir las funciones del CDC y dudamos que sea una instancia
paralela, es más bien la nueva instancia, pero sin la incómoda participación
ciudadana.
2.
Los incentivos sólo se manejan a nivel de
mecenazgos, patrocinios y auspicios ¿qué sucederá con los estímulos a la
creación artística, a la investigación cultural y con el fomento al arte y la
cultura? ¿Cómo se hace para que los incluya en el presupuesto distrital como la
Constitución manda y no dependan de la voluntad de mecenazgos privados? Así las
cosas, no caben en la Economía Naranja. Porque no se mencionan por ningún lado
en el Proyecto y no hay luces de cómo incidir para una posterior
reglamentación, como señalaba en el cuestionamiento anterior, sin la engorrosa
participación de un sector que exige estímulos y fomento.
3.
La inclusión
sólo entendida como formalización de
empleo para los artistas creadores y gestores culturales, deja dudas,
vacíos y sinsabores, como los presentados por los artistas urbanos y exponentes
de la cultura no formalizados y caracterizados como ilegales. Por otro lado, la
formalización del empleo dista mucho
del trato digno a los trabajadores del arte y la cultura y genera incertidumbre
sobre el destino de los artistas independientes y su paso de ser creadores de
arte y manifestaciones culturales libres, a ser mano de obra barata de
emprendimientos naranja marcados por la oferta y la demanda. ¿Estamos ad portas
de la creación de las EPS del arte y la cultura?
4.
El Proyecto manifiesta enormes vacíos en la
socialización del tema de los derechos de
autor y cómo aplican, en especial cuando es tema de Tratado de Libre
Comercio ¿Terminamos bajo la legislación extranjera en dichos casos? ¿Qué pasa
si los Tratados riñen con la protección de nuestra riqueza y diversidad
cultural, que es mandato constitucional? ¿Y si los tratados permiten y exigen su
explotación por encima de la protección? ¿Cuántos artistas más terminarían
presos si decidimos los artistas reescribir o remontar u homenajear a otros
artistas y sus obras, por reclamos corporativos o hereditarios de derechos de
autor?
5.
¿Cómo se garantiza el acceso inclusivo de los
ciudadanos más pobres a los productos
naranja? Ya vimos lo que pasó con Chambacú Cabaret, que no era “para
pobres”.
6.
El concepto de industria está enfocado al
privilegiar su aporte al Producto Interno Bruto a través de la formalización y adecuación. Pero nada a la protección, ni a la creación y expresión
libre de todo un pueblo.
7.
Se
privilegia el consumo de bienes culturales, no el derecho a la
cultura.
8.
Se piensa este Proyecto como la política pública
de economía naranja, sin haber pasado por el debido proceso: Pareciera que se pensara
implementar de golpe mediante este proyecto de acuerdo y posteriores
reglamentaciones, sin tener en cuenta las realidades sociales relevantes, sólo
basados en directrices del BID convertidas en una Ley, que a su vez tampoco
tuvo discusión suficiente. ¿Dónde está la planeación que debe hacerse en
conjunto con la ciudadanía, los gremios? ¿Cómo se pretende cumplir con los
objetivos que son prioridad desde la Ley
General de la Cultura cuando la contradicen por completo? ¿Cuándo piensan hacer
el proceso de concertación intersectorial? Porque hasta ahora no se ha hecho y
si se aprueba sin hacerlo, no puede ser Política Pública.
Esperamos que más que una
respuesta a un cuestionario, lo que veamos es el inicio de un verdadero proceso
de participación en la construcción de una política pública de arte y cultura,
más allá de la simple explotación mercantil de la identidad de un pueblo.
Porque ante el clamor de tantos
años de los artistas y gestores culturales de “necesitamos del apoyo estatal
que la Constitución ordena” la respuesta pasó del “no hay plata” al “produzcan
plata, vuélvanse industria” y ante nuestros “no es posible” que incluyen a un
Nóbel de economía o el “no alcanzamos” de la práctica demostrada o incluso “no
queremos” de la libre voluntad del artista y creador, la respuesta es “entonces
entreguen su capacidad creadora a la industria, al que sí puede producir plata
con su creatividad” que no es otra cosa que “hagan lo que yo digo, creen lo que
se vende y dejen de crear y expresar lo que no tiene mercado” y ese no es el
arte y la cultura que queremos para nuestro pueblo.
La actitud del gobierno de
“votaron por nosotros y esa es suficiente participación” se parece al supuesto
libre mercado del sistema integrado de transporte masivo público, en el que se
hizo una licitación para decir que era abierta al mercado, pero se impuso un
monopolio como sistema y los ciudadanos no tenemos más que una sola opción.
Ese es el modelo que quieren
aplicar a todo. Ese es el arte y la cultura que le sirve al mercado, a las EPS
del arte y la cultura, a los Bonos Agua del arte y la cultura, a los Arte
Ingreso Seguro, a los oligopolios dueños de los monopolios tipo Sistema de Arte
y Cultura Masivo. Pero no le aporta a la cultura, a la identidad del pueblo
cartagenero.
WILLIAM HURTADO GÓMEZ
Consejero Distrital de Teatro
C.C. 93.380.903
Teléfono 3013556958
e-mail wilijart@gmail.com
Dirección: Barrio El Socorro Plan
250 Manzana 41 Lote 5